¡La avaricia… qué palabra! El avaro tiene afán de tener por el placer desordenado de atesorar sin intención alguna de compartir, es de suponer que en algún lugar tendrá que acumular, un “saco” por ejemplo, palabra que se refiere a una bolsa, será un lugar que estará siempre limitado a una capacidad, un espacio donde la avaricia misma por su naturaleza de insaciable no cabría y por esos mismo rompería el saco, por el peso de lo acumulado. En la medida en que sea mayor lo acumulado ¿quién podría cargar un saco semejante?, con seguridad se verá por ejemplo afectada la libertad de movimiento, la capacidad de centrar la atención en otros asuntos diferentes en su desenfreno por atesorar y cuidar de lo atesorado. Una pregunta válida para conocer nuestra avaricia puede ser ¿qué atesoro yo solo por el hecho de hacerlo, de llenar el saco y que no me interesa compartir?.
¿Quién no quiere más de lo que le gusta?, es apenas natural este deseo y sentimiento, está en nuestro sistema biológico, nuestro sistema de recompensa, en nuestra competencia personal y también en el error de “buscar encontrarnos” en las cosas para definirnos a nosotros mismos, una definición que más bien se vuelve difusa y peor aún “indefinida”, sin forma, sin comienzo ni fin y con la ansiedad propia del inmediatismo. Es justamente en la delimitación donde mayor libertad se experimenta, la limitación es la que nos lleva a la búsqueda de nuevas cosas, a definirnos desde distintas miradas hasta tener una propia, única y de nuevo limitada susceptible de mejoras o cambios para siempre ir a un punto mejor que el anterior, más desarrollado y no a la mera acumulación de lo mismo sumando a la bolsa las excusas, artimañas y preocupaciones por no perder lo atesorado.
Se viaja mejor cuando se el equipaje es poco y el sentido de adaptabilidad es amplio. Los límites nos conducen al desarrollo de la paciencia y otras tantas virtudes hijas de ella, nos abre la puerta a la creatividad para la solución de problemas, nos impulsa al punto de decidir si mejor establecerse o mejor moverse, nos hace dudar y re-significar si de verdad eso que atesoramos vale la pena o quizás por el contrario nos ancla en nuestra propia avaricia. Limitarnos conscientemente nos crea campos sin límites para explorar y construir definiciones amplias, ricas, sin juicio, poderosas y curiosamente humildes.
Jairo Andrés García – Psicólogo